viernes, 30 de mayo de 2008

INGWIE MALMSTEEN, MI "GURÚ" DE LA GUITARRA ELÉCTRICA

FAR BEYOND THE SUN

Ingwie Malmsteen es uno de los guitarristas que caló hondo en mi vida. Conocí el neoclásico a través de Walter Giardino, lead guitar de Rata Blanca, pero Félix, un amigo bajista me hizo conocer a Malmsteen.

Ya en el Conservatorio envidiaba a un argentino que tenía todos sus métodos, álbumes y tablaturas. Hasta la misma serie de Fender Stratocastel que aparecen en sus videos. David Aspi, que en 2001 era ayudante de guitarra, también en el "Concer", solía digitar fabulosos "solos malmstianos" para nosotros. Pese a todo lo que practiqué no lo saqué igual, pero me asemejaba mucho.

Ahora, como tributo, aquí les lanzo una muestra de este virtuoso y, gracias a youtube, de las manos del propio Malmsteen, que, gusto aparte, cumple años la misma fecha que su servidor: cada 30 de junio.
RISING FORCE

lunes, 26 de mayo de 2008

MARÍA ELENA PACO: "LOS CAMPESINOS NO TENÍAN CON QUÉ DEFENDERSE"

SUCRE
Éste el testimonio que brindó la periodista María Elena Paco Durán, periodista de radio Aclo Sucre, sobre la agresión de un grupo de jóvenes capitalinos a unos 35 campesinos en Azari, y la que sufrió en carne propia por parte de éstos la jornada del sábado 24 de mayo, cuando, en la plaza 25 de mayo, una turba hizo desnudar, arrodillar y repetir consignas contrarias a su ideología a casi medio centenar de campesinos que vinieron a recibir al presidente Morales por el aniversario de Chuquisaca.

En la entrevista, concedida al programa Hagamos democracia de radio Erbol, Paco afirma que, a diferencia de ese "grupo de choque", los campesinos no estaban armados, detalla también cómo la amedrentaron cuando cubría esta acción y confirma la presencia de gente perteneciente al Comité Interinstitucional y la Alcaldía de Sucre, como Fidel Herrera, presidente del Concejo.

-María Elena, quisiera que nos digas en qué lugar te encontrabas ayer exactamente y luego nos vas contando los hechos, por favor.

-Después de lo que ocurrió en el estadio Patria, en Tintamayu y en Santa Bárbara, me dirigí hasta el Abra, que está justo entre los cerros del Sica Sica y el Churuk'ella.

Eran las 11.50, encontré a algunos campesinos, no pasaban de 30 o 35 personas y me acerqeué para entrevistarlos. Ellos me dijeron que estaban esperando movilidades para retornar a sus comunidades porque Evo ya no llegaba y que además estaban a la expectativa de qué resoluciones iba a asumir la Federación .

De repente, cuando continuaba haciendo las entrevistas, aparecen unos señores que dicen: "están viniendo", entonces los campesinos empezaron a correr por todo lado, y esa gente, que se vino en movilidades, buses y taxis, en todo lo que pudo, jóvenes, mujeres y hombres ya mayores también, empezaron a correr en montón a perseguir a los campesinos. Traté de ir junto con ellos y les preguntaba: "¿por qué les perseguían?", "¿hasta donde los van a perseguir?", y así llegamos hasta el cruce de Azari. Hubo un grupo de campesinos que se subió al cerrito de Azari, como no tenían con qué defenderse a todo lo que les estaban lanzando, dinamitas y piedras, los campesinos respondieron con piedras que encontraban en este cerrito. Entonces le pregunte a un hombre joven que siempre hace de estudiante pero que también trabaja en la Alcaldía, algunas veces lo entrevisté, no recuerdo el nombre en este momento, él estaba conduciendo está persecución y le pregunté, porque estábamos saliendo en vivo por radio Aclo: "¿hasta dónde los van a perseguir?" "¿por qué los están persiguiendo así?" Y el dijo que no podían permitir que estos campesinos entraran a la ciudad después de lo que había pasado en noviembre.

Entonces me dijo Elsa, porque estaban lanzando piedras y estaban armando más dinamitas, como una trinchera se arma en la guerra, así se armaron estos jóvenes, con latas, con cartones para evitar las piedras que llegaban de arriba. Entonces me retiré un poco más a este lado y le pregunte a una señora: "¿por qué les están agrediendo? Cuando estaba haciendo esa entrevista, alguien me reconoció me imagino y dijeron: "pero si ésta trabaja en Aclo", Ha maldita... entonces empezaron a vociferar una serie de disparates que no puedo repetir en este momento, y se vino un montón de gente queriendo agredirme en ese momento.

Alguien puso su mano y me sacó de ahí como unos tres a cinco pasos. Lo único que sentía de atrás eran golpes, piedras, y me asusté. Me echaban con refrescos, agua y con todo lo que podían hasta que un momento de esos en que me asuste de verdad fue cuando sentí el alcohol, me echaron con alcohol y lo único que atiné a hacer, como vi a los de la Cruz Roja, fue acercarme a ellos y decirles sáquenme de aquí, porque si me estaban echando alcohol tenían el propósito de quemarme, me imagino, porque me decían: "por culpa de ustedes los campesinos se levantan", "ustedes los llaman a los campesinos para que estén aquí", así me gritaban en ese momento.
Entonces los de la Cruz Roja me llevaron a la ambulancia, hasta ahí llegaban las piedras, no dejaban que salga la ambulancia. Al final el chofer reaccionó y arrancó y recién la gente se alejó y dio paso a que la movilidad me sacara de allí. Eso ha sido que ha pasado.

-María Elena ¿Has reconocido a algún político ahí, alguien que azuzaba?

-Sí, en la mañana, en el estadio Patria, Fernando Rodríguez, diputado por Podemos, abrazó a tres muchachos, lo único que alcancé a oir fue que "habían testigos". Minutos después, cuando las Fuerzas Armadas se estaban retirando, estos jóvenes van a provocarlos. Las Fuerzas Armadas respondieron con gas lacrimógeno y justo esos dos muchachos, a los que abrazó Fernando Rodríguez, se lanzaron a suelo, decían "están heridos", pero no se veía herida alguna.

Ya cuando esperaba a que me recogiera un colega de Aclo, allá en Azarí, estaba don Fidel Herrera.

Ese tipo que andaba con motocicleta, al que te dije que lo entrevisté y no me acuerdo su nombre en ese momento, lo vio a don Fidel y don Fidel Herrera se reía y le dijo: "nos reunimos más tarde". Eso fue lo que vi ayer. Los campesinos no tenían con qué defenderse, estaban con sus aguayitos ellos, como suelen caminar.

Links relacionados:
Toman de rehenes a campesinos
Sucre pide perdón, el Gobierno y los campesinos no aceptan
Los cívicos se disculpan y los campesinos no cercan Sucre
Erbol responsabiliza a Nava, Barrón y Herrera por agresión a periodista de Aclo

jueves, 22 de mayo de 2008

Desglosando el Manual de Estilo de la LAVOZ.com.ar Parte I

Éste es el primero de tres “posts” que publicaré sobre lo que me parece más interesante y útil del manual de estilo de LAVOZ.com.ar para los cibernautas en general, y periodistas y comunicadores en particular. El libro en sí es muy útil y enriquecedor porque ayuda a entender al lector digital y, valiéndose de estudios en la red, sugiere pautas para cautivarlo. En los tres “posts” publicaré sólo lo más esencial, pero si te interesa profundizar puedes descargarlo (descargar manual), varios de sus consejos funcionan te lo aseguro, y si discrepas con alguno de ellos, te invito a comentar y así podremos opinar y sugerir juntos.

Rubén Darío Buitrón, editor general del diario El Universo, de Guayaquil, Ecuador, señala las siguientes características del usuario de Internet:

a) El lector digital tiene la posibilidad de elegir de inmediato, sin salir de su computadora. El lector del impreso no puede abandonar con un clic lo que esta leyendo y debe someterse a los contenidos que le impone éste.

b) El lector digital no tiene mucho tiempo: el contenido debe ser rápido, directo, fluido y totalizador. El lector del impreso tiene tiempo para leer, necesita profundidad, contextos, referentes. Tiene el hábito de volver a leer lo que le ha interesado.

c) El lector digital necesita selección adecuada de contenidos, no abundancia. El lector del impreso quiere mucho material para leer.

d) El lector digital ya piensa en multimedia: texto, audio, video, animación. El lector del impreso privilegia el texto escrito y la fotografía como elementos principales de la información.

e) El lector digital necesita rapidez, contundencia y economía de lenguaje. El lector del impreso acepta de manera inconsciente las repeticiones de ideas.

EL LECTOR DIGITAL ADEMÁS:
a) Tiende a ser más especializado. Será parte de una comunidad virtual, personas que comparten los mismos intereses aunque estén localizados a grandes distancias uno del otro.

b) Busca sólo lo que le interesa. Aquella información que le afecte según sus condiciones y aspiraciones personales.

c) Tiene conocimientos de multimedia, sabe algo de informática, le interesan las nuevas tecnologías.

d) Le gusta descubrir cosas, demanda innovación permanente. No es pasivo y explora Internet hasta encontrar las páginas que más le atraigan a sus inquietudes de información y entretenimiento.

e) Es joven o tiene actitud joven. Es una generación menos lectora o refractaria a la solución monomediática de lo impreso y es más abierta a códigos visuales, diseño, interactividad, efectos tecnológicos, etcétera.

f) Lee Internet en forma discriminada. Sólo entra y se queda en aquello que le interesa.

LAVOZ.com.ar, Manual de estilo para la LAVOZ.com.ar y Córdova.net. Buenos Aires. 2007

Descargar libro
LAVOZ.com.ar

sábado, 17 de mayo de 2008

MAPIRI

VALLE: una vista de Chiliza, Zona Cuatro de Mapiri
La población de Mapiri está ubicada en la amazonia paceña, a unos 350 Kilómetros de la Ciudad de La Paz. Para llegar a sus entrañas se debe entrar por Caranavi, luego tomar un taxi a Guanay y de ahí otro a Mapiri. Es un viaje de 13 horas, aproximadamente; o se puede ingresar por El Alto e internarse hacia Sorata, aunque este camino es más peligroso.

Sus pobladores, en su mayoría, se dedican a la minería y al cultivo de frutas, ambos para su comercio. Allí las clases de colegio empiezan a las 07.30 y no hay horario de invierno porque ni el otoño ni el invierno se sienten. La temperatura oscila entre los 20 y 35 grados centígrados. Es un lugar cálido y tranquilo.
AGUA: para entrar en el valle se debe cruzar este impresionante río
PAISAJE: la calle Santa Rosa da a la plaza 15 de Mayo, la principal de la Zona Cuatro DEPORTE: la cancha Alexander es un sitio de distracción y de sana culturaFRUTA: una de las actividades de los mapireños es la cosecha de frutasAMAZONIA: el 70 por ciento del departamento de La Paz posee una vegetación exuberante
TRANSPORTE: diariamente los taxis viajan a Santa Rosa y otras poblaciones contiguas
Otros fotorreportajes de Willy:

EL BLOG REFLEJA EL ESTADO DE ÁNIMO DE UNA PERSONA

El blog refleja el estado de ánimo de una persona. Lo sostengo porque me esta pasando. Cuando comencé a publicar, en agosto de 2007, lo hice silenciosamente y con las mejores ganas. Hasta diciembre logré acumular algún material y decidí competir en el ranking de Blogalaxia.

Comencé en el puesto 150, y en unos días mi blog subió al 72, hasta ahora mi máximo logro. Tenía todas las ganas de publicar y escribir porque esta esfera es realmente increíble, te permite abrirte las puertas, mostrarte, conocer gente, otros “bloggers”, en fin.

La cosa es que ando deprimido hace como un mes, y la regularidad de publicación en mi blog también se interrumpió, por mi estado de ánimo, claro está. No escribo con las mismas ganas, quiero poner textos ajenos, y con mis líos de amores ni hasta ganas tengo (aunque igual lo hago). Y la sorpresa me llegó hace un mes, mi blog retrocedió al puesto 112 y ahora voy en el 107, después de Bolivia goth (muy interesante por cierto) y antes de La llama sónica.

Por eso, sostengo la hipótesis de que los blogs reflejan el estado de ánimo de una persona.

lunes, 5 de mayo de 2008

MI INTIMIDAD SIN TI

Por: Roxana Selúm Yabeta

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Quevedo

Recuerdas, Omar, la noche aquella de nuestro aniversario de bodas. Yo te esperaba ansiosa para ir a celebrar. Me puse las ligas con aquellas medias negras que tanto de gustaban, el vestido rojo pegado al cuerpo, los tacones altos, el maquillaje antiguo, eran las 12:00 y aún no llegabas.

Casi al alba, me quité el vestido, desabotoné el sostén apretado y al incorporarme para quitarme las medias sentí tus labios recorriendo mi espalda con furia loca, como antes, como entonces, y me dejé llevar por ese placer que llenaba todo mi espacio. Los cuerpos rodaron hilvanando en la mente la más grande de las sensaciones.

Tú lamías, gemías, respirabas como un potro en celo y murmurabas.

-Me gustas todita, toda entera tú. Me quedaría por siempre dentro tuyo.

Luego nos volteamos, tú sabes, basas, me muerdes, te escurres hacia abajo y besas hasta hacerme perder los estribos. Tu boca es un huracán, tu lengua explora en aquella selva negra, mi cuerpo es monte abierto, tus manos son garras que se aferran a mis nalgas y penetras, penetras...

-¡Ay!, cómo me gusta lo que tu cuerpo destila -dijiste.

-Destila la miel que tu cercanía produce -balbuceé, ya en el límite. Te incorporaste hasta mi boca introduciéndolo todo y bebí aquella leche de la vida.

Había pasado sólo unos minutos... las medias resbalaron, mi deseo era explotado por la memoria. Mi mano en el vértice simulaba tu lengua... mientras yo alcanzaba el cielo, tú con tu puta soñabas en que ella, como Magdala, podría algún día ser redimida.

Me incorporé sin prisa, limpié el rimel de mis ojos, despinté el carmín de mis labios. ¡Mi intimidad sin ti son sábanas sin arrugas!

SELÚM YABETA, Roxana. Mi intimidad sin ti. Antología del cuento erótico boliviano. Alfaguara: La Paz. 2001

Ejemplos de crónica


Coincido con Álex Grijelmo en que la crónica es probablemente el subgénero más difícil de dominar porque mezcla elementos noticiosos y de análisis, pero sin juicios de valor. De hecho, en algunos libros, la crónica periodística está incluida en el género informativo y en otros en el interpretativo.

En cuanto a la forma de escribirla, es sabido que el hecho ha de contarse en el transcurrir del tiempo, nos otorga cierta libertad de estilo e, incluso, podemos relatarla en primera persona. En cuanto a la entradilla, ésta debe ser creativa, al estilo de los reportajes, y contiene un titular más noticioso, aunque no es una norma infranqueable.

I

Este primer ejemplo utiliza una entrada creativa basada en la descripción y el contraste que invita a continuar la lectura: "la ciudad ya duerme, pero la sala de emergencias está despierta", y en el cuerpo se puede apreciar la narración secuencial (el autor incluso recuerda la hora) y la descripción, aunque sin elementos interpretativos, como veremos más adelante. Su autor es Álex Ayala, quien tomó cursos de periodismo narrativo con Francisco Goldman y de crónica con Alma Guillermoprieto en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

Emergencias, una noche de guardia en el Hospital Clínicas

Autor: Álex Ayala Ugarte

Rastros y rostros arman cada día la historia particular de la sala de emergencias, un lugar donde se dan cita la vida y la muerte, en el que la distancia entre una y otra puede ser sólo cuestión de minutos.


Lunes. Diez de la noche. Las paredes amarillas y verdes del Hospital de Clínicas reflejan el trasiego de varios pares de batas blancas. Un grifo que gotea marca con un compás casi fúnebre los silencios. Una ambulancia de la Red 118 de la Alcaldía espera en el parqueo para salir ante cualquier urgencia. Las máquinas de escribir bailan al son del mar de dedos que se les viene encima. La ciudad ya duerme, pero la sala de emergencias está despierta.

Cada noche, todo un mundo abre sus puertas ante la mirada acostumbrada de los doctores. Óscar Romero, jefe de la unidad de emergencias, está de turno. Sus ojos rojos revelan falta de sueño. Una mueca de incredulidad cubre su rostro. El ir y venir de historias es constante. Y él despacha órdenes con la misma seguridad con la que un matarife cercena a su presa. Con todo, este rincón del hospital muestra siempre su propia inercia.

Tres médicos dirigen al equipo cada día: "un cirujano, un internista y un traumatólogo", explica Romero. El grupo lo completan los médicos residentes, un neurocirujano, que igual hace guardia aunque desde su casa, y los internos. Estos últimos trabajan hasta 17 días seguidos y se deslizan por la sala, repleta, como si fueran "zombies".

Instantes de una noche

Los cubículos donde se atiende a los pacientes, cinco, son como pequeños escenarios donde se condensan los instantes que dan vida a la unidad del hospital, en continuo movimiento. Por momentos, ninguno está vacío. En el primero, un borrachito duerme plácidamente con la ayuda de un suero que le ha devuelto el color a sus mejillas. El segundo y el tercero, aún sin gente, presentan cortinas descubiertas. En el cuarto, un señor de la provincia Muñecas, con traumatismos, aguarda sumiso en una camilla a que le coloquen la muñeca en su sitio. Y en el último espera un joven con la cara inflamada. Se durmió con varias copas de más y fue atacado por guardias privados en la zona de la Buenos Aires.

El primero en desfilar hacia la calle es el muchacho. No tiene dinero y promete volver al día siguiente. "La mayor parte no regresa", lamenta el doctor Romero. Ese es el particular infierno de la sala de emergencias, pues los médicos se sienten impotentes cuando los pacientes no tienen con qué cancelar los gastos y sólo pueden autorizar pagos diferidos en los casos más graves, los que se debaten entre la vida y la muerte.

Pese a todo, los insumos no son caros. "Un suero cuesta entre 10 y 12 bolivianos. Una placa de tórax, 53", comenta Gloria Gonzales, más conocida como la "trica tranca". "Cada vez que estoy de turno —explica— llegan tres casos de intoxicación, tres de apuñalamiento, tres traumatismos... y así sucesivamente. Atraigo ambulancias (ríe)".

Dicho y hecho. A las 23.20 se asoma por la puerta el segundo apuñalado de la noche. Es una mujer y los doctores le rodean de inmediato. Tiene en el vientre, adolorido, sangre todavía fresca, y luego de un examen de unos minutos la derivan a otro hospital, pues dispone de un seguro que le cubre en otro centro. "De todos estos casos, así como de los intentos de suicidio, emitimos el parte correspondiente para las fuerzas del orden", dice la doctora Gonzales.

Tras el rojo sonido de la ambulancia, otra vez de salida, viene la calma, pero apenas dura un cuarto de hora, tiempo suficiente para poner al día expedientes en los que vidas anónimas quedan labradas a través de cifras, letras y signos.

La eterna espera

Afuera, el frío vela armas. Familiares de los accidentados, a veces semidescalzos, mujeres de pollera con el bebé cargado en las espaldas y niños con la piel curtida por el duro sol del altiplano, caliente y frío, tratan de descansar en un par de largos bancos verdes. Sobre sus cabezas, un buzón de sugerencias se alza vacío. A su vera, en la sala de espera, un trasnochado policía trata de dar una pequeña cabezadita. La desvelada acaba de comenzar. Y las frazadas son el único consuelo para personas cuyas esperanzas, a menudo, se congelan.

Dentro de la sala de emergencias, mientras, el ronroneo de la máquina de escribir es el marcapasos que mantiene despiertos a los internos. "Yo como únicamente cuando me acuerdo", reconoce una de ellas, que se ve arrastrada por las rutinas del centro". Cuando no hay nada que hacer, un taza de café ayuda a retrasar el sueño. Una televisión está encendida, aunque parece que nadie le presta mucha atención. Y varios cuartos con camas aguardan el descanso, por turno, de los médicos. Los enfermos más graves, entre tanto, duermen en salas a parte, siempre vigilados.

Son las 00.10. Óscar Romero observa sin mucha atención una película en uno de los canales locales y una bocanada de aire gélido anuncia la llegada de una nueva urgencia. Se trata de un clefero que todavía está "volando". Sus rodillas lucen magulladas. Pese a su apariencia de adolescente, confiesa que tiene 21 años. Y da su alias antes que su nombre, Marcos. Ha sido levemente atropellado en la plaza Abaroa y un par de buenos samaritanos lo han recogido, lo han traído y han pagado sus radiografías. Sin embargo, Marcos se niega a ser atendido. Primero conversa con policías. Luego, con los doctores. Y termina saliendo del hospital apenas sosteniéndose. "Va a volver", dice Óscar Romero, pero lo cierto es que se pierde en la gran maraña negra de las calles.

Un trasiego constante

Tras su escapada, el vaivén de gente no termina. En el primer cubículo el borrachito retoza unos segundos y sigue durmiendo. En el tres acaban de internar a una mujer con el brazo cortado a causa de una farra. Le acompaña toda una comitiva de jóvenes, a quienes el efecto del alcohol pareciera que les ha pasado de repente. En el dos, un quejido sordo ahoga el resto de las conversaciones y lamentos. Es una mujer de las laderas que vino con un mal en la vesícula, y se marcha porque no le alcanza para las pruebas. En el cuarto, yace una mujer a la que un muro de adobe se le cayó encima en el altiplano. Y en el quinto, un muchacho escuálido, con tos tosca y cerrada, estira su cuerpo en una camilla con síntomas de padecer una bronquitis.

Cada uno llega al Hospital de Clínicas como puede. Unos lo hacen en ambulancia. Otros, en taxi. Y también hay los que aterrizan en minibús. Y en sólo instantes puede producirse el milagro de la vuelta a la vida o el peregrinaje eterno hacia la muerte. "Todo depende de las condiciones en las que uno se encuentre. A veces, son apenas unos minutos los que marcan la diferencia entre la vida y la muerte", reconoce Romero. "Los días que mayor número de pacientes recibimos —continúa— son los viernes, los sábados y los domingos".

Cuando el reloj marca la una de la mañana, un señor de traje y corbata abandona el hospital. Le sigue el que parece su asistente, enfundado en unos guantes negros y en un traje de buena percha. "Antes, el centro se caracterizaba por ser el hospital de la gente pobre, pero ahora, con la crisis, vienen personas de toda condición".

Ni por ser lunes hay tregua. Pasadas las dos de la mañana, un grupo de cuatro policías, todos de negro, ingresa a la sala de emergencias. "Vinieron por lo del caso de apuñalamiento —informa Gonzales—, pero a falta de la paciente lo que están haciendo es tomar los datos de dos intoxicados, pues se trata de claros intentos de suicidio".

Tras la inesperada visita, el silencio se adueña casi completamente de la sala. Son casi las 4.00. La mayor parte de los médicos duerme. El borrachito, indigente, despierta de su letargo, pide permiso, se acomoda en una camilla en el suelo, se cubre con una frazada y dormita.

Su rostro es parte de los 72 latidos, de las 72 vidas, que cada día como media se encomiendan a los doctores en el Hospital de Clínicas, a unos médicos cuyas caras también cambian cada jornada.

Fuente: http://alexayala.blogspot.com/2007/04/emergencias-una-noche-de-guardia-en-el.html

II

La crónica, por su dificultad en el momento de interpretar, generalmente está encomendada a los peritos de los diarios. En este ejemplo incluimos este elemento, y podrán comprobarlo por ejemplo cuando Martín Piqué, su autor, menciona: "en eso pensaban algunos periodistas", cuando vieron el avión Ilyushin que trajo a Fidel Castro a Argentina en julio de 2006, y otros más que incluye en el texto. Asimismo, para hacer de la lectura de una unidad en sí, Piqué combina la narración con el contexto.

Según el periodista Guímer Zambrana, Pagina 12 es uno de los medios que mejor trata la información política, por eso incluimos una crónica de este medio.
EL PRESIDENTE DE CUBA ATERRIZÓ LUEGO DE LAS PRIMERAS REUNIONES DE LA CUMBRE DEL MERCOSUR


Fidel llegó y ahora empieza la pachanga


Las expectativas se convirtieron en realidad pasadas las 20, cuando aterrizó el inmenso avión que trajo a la Argentina al líder cubano para participar de la Cumbre del Mercosur. Hoy será el encuentro con el resto de los mandatarios para ponerle el moño al acuerdo económico de apoyo a la isla caribeña.

Por Martín Piqué
Desde Córdoba

El suspenso duró hasta las 20.21 cuando dos aviones blancos con insignias rojas y blancas aterrizaron con un intervalo de menos de un minuto. Primero aterrizó un Boeing igualito al de la mayoría de los presidentes, y apenas después, como si quisiera incrementar la expectativa, el enorme Ilyushin CU-TI1280 que Cuba le compró a Rusia a principios de este año para uso exclusivo de Fidel Castro. El Ilyushin es un avión muy largo, con las turbinas en la cola y no debajo de las alas. Visto de cerca impresiona. En eso pensaban algunos periodistas cuando el aparato se detuvo frente a las gradas que se habían colocado para los fotógrafos, periodistas y camarógrafos. Se abrieron las dos puertas y por la de atrás comenzó a bajar la delegación cubana, entre ellos muchos periodistas. Pero todos estaban atentos a la puerta de adelante. Y enseguida se escucharon los "¡Allí está!" y los "Ahí lo veo". Era el presidente de Cuba, vestido con su clásico uniforme de fajina verde. Ayudado por un colaborador que lo seguía a su derecha, bajó la escalera y pisó por segunda vez suelo argentino desde que Néstor Kirchner es presidente.

Enseguida lo tapó la gente que se arremolinó para saludarlo. Eran funcionarios del Gobierno, jefes militares de Córdoba, custodios y policías. Entre ellos estaba el intendente de la capital cordobesa, Luis Juez, quizá el mejor ejemplo del repentista humor cordobés. "Mientras todo el mundo está poniéndose la camisa para la cena (con los presidentes en el Palacio Ferreyra, donde anoche se celebró la comida de honor a los jefes de Estado), yo prefiero estar acá, para ver si le puedo lavar las barbas a Fidel", había dicho Juez poco antes de que llegara el mandatario cubano. "De regalo le voy a dar un casete con cuentos de De la Sota. Es lo más autóctono que tenemos", dijo a Página/12, en otra muestra de que nunca se olvida de su eterno rival. El gobernador no recibió a ninguno de los presidentes extranjeros, esa tarea recayó en su vice, Juan Schiaretti. Cuando pudo sortear el remolino que se moría por saludarlo y sacarse una foto con su camarita digital, Fidel encaró para el auto gris que le habían destinado.

No era un Mercedes Benz negro, como los vehículos que se habían alquilado para los demás presidentes. En el corralito de los periodistas especulaban sobre el auto blindado. "¡Fidel! ¡Fidel!", comenzaron a gritar cronistas y camarógrafos. Querían que se acercara para hablar con la prensa, como habían hecho el uruguayo Tabaré Vázquez y el venezolano Hugo Chávez (en cambio, Kirchner, Michelle Bachelet y Lula sólo habían hecho un saludo con la mano para las cámaras). Un micrófono colocado sobre la pista de aterrizaje, unos cuantos metros delante de los periodistas, esperaba por si el cubano decidía finalmente hablar. Pero los gritos fueron vanos. Entre los focos que cruzaban la pista y los flashes de los fotógrafos, Fidel se llevó la mano a la frente para ver mejor. Entre tanto traje negro resaltaba su barba emblanquecida y el verde del uniforme militar. Luego desapareció dentro del coche gris y su rostro apareció por la ventanilla trasera de la derecha.

La caravana de autos se esfumó rápidamente; su trayecto podía adivinarse por el sonido de las sirenas. El sonido se repitió a lo largo de la avenida Cabrera, el camino que va del aeropuerto a la capital de Córdoba, hasta que el convoy llegó al Hotel Holiday Inn. Allí se alojan casi todas las comitivas, entre ellas la argentina: los cubanos reservaron 26 habitaciones del segundo piso. Cuando Fidel entró, Kirchner se había retirado apenas unos minutos antes hacia el Palacio Ferreyra, donde se realizaría la cena de honor. Pero el cubano se encontró con otro recibimiento, nada protocolar y ávido de declaraciones. En la puerta y el lobby habían muchos periodistas, entre ellos un cronista de TN y un movilero de "CQC". El primero le preguntó por la familia Quiñones, por Roberto Quiñones, el hijo de la neurocirujana Hilda Molina, un cubano que vive en Buenos Aires y está casado con la argentina Verónica Scarpatti. El Gobierno intentó mediar ante la isla para que Molina, una ex dirigente del Partido Comunista de Cuba, pudiera viajar a Buenos Aires para ver a su hijo. Esa gestión quedó salpicada por un episodio extraño, que nunca se aclaró del todo, en el que Molina y su anciana madre ingresaron a la embajada argentina en La Habana en plena madrugada. Aquel incidente complicó las relaciones con el gobierno cubano. Y archivó sin fecha la promesa repetida de un viaje de Kirchner a la isla. Los antecedentes convertían al tema en un asunto sensible para los cubanos. Eso explica la actitud de Fidel, que cuando escuchó la pregunta prefirió no responder. Distinta fue su reacción cuando lo abordó "CQC". Afortunado, el movilero obtuvo las primeras declaraciones del líder cubano en su segunda visita a la Argentina durante la presidencia de Kirchner. La primera había sido el 25 de mayo de 2003, con motivo de la asunción presidencial del santacruceño. Aquella vez el flamante presidente colaboró para que Fidel diera un discurso en la Facultad de Derecho ante unas 20 mil personas. La relación personal, más allá de las obvias diferencias políticas, sigue siendo muy buena. Tanto, que motiva todo tipo de versiones sobre los próximos días: ayer se comentó entre los periodistas que Kirchner podía invitar a Fidel, Chávez y Evo a pasar el sábado en El Calafate. "No hay nada, no es así", aseguró a Página/12 el vocero presidencial, Miguel Núñez. "La agenda no está cerrada", había dicho poco antes el vocero del canciller, Jorge Taiana. Nunca se sabe.

Como se esperaba, la llegada de Fidel opacó todo el resto de la cumbre. Incluso la llegada de su mejor discípulo (reconocido por él mismo), el propio Chávez, quien se le anticipó dos horas y llegó a Córdoba a las 18. Expansivo y sociable como siempre, el venezolano no tuvo problemas en hablar con los periodistas. "Aquí en 1969 se generó un hecho histórico (por el Cordobazo), donde se rebelaron estudiantes y obreros. Ahora estamos viviendo un nuevo Cordobazo, con este relanzamiento del Mercosur. Es muy importante que venga Fidel, porque Cuba y Venezuela somos Caribe", dijo desde el micrófono. A pocos metros lo escuchaban unos setenta periodistas. Para poder hablarles desde más cerca, Chávez no tuvo problema en abrazar a dos efectivos de la Policía de Seguridad Aeronáutica (PSA), que sonrieron como si no pudieran creerlo. Pero la llegada de Fidel a esta cumbre del Mercosur no sólo generó sonrisas. También hubo cortocircuitos y discusiones bastante duras, especialmente con la delegación paraguaya. El contrapunto surgió cuando se estaba discutiendo el texto para la complementación económica del Mercosur con la isla (a partir de ahora se generalizan a todo el bloque los acuerdos bilaterales entre los países miembros y La Habana). "Paraguay está muy enojado con nosotros, pero especialmente con Brasil. Creen que fueron ellos los que nos convencieron de que no había que condonar la deuda por Yaciretá", explicó a Página/12 un funcionario muy cercano a Kirchner. Las famosas asimetrías, y detrás de ellas los diferentes alineamientos internacionales (Asunción tiene varios tratados directos con Washington), seguían presentes en medio del terremoto que generó la llegada de Fidel.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-70281-2006-07-21.html


III

Ésta crónica la recomendó Remberto Cárdenas, docente de Redacción Periodística de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y otrora periodista del semanario Aquí, que dirigía el padre Luis Espinal. La característica de este ejemplo es que está escrito en primera persona e incluye también elementos subjetivos, a diferencia del primer ejemplo.

Fidel y Raúl

Jorge Edwards*
En el episodio de la visita de los marinos, según mi balance final, Raúl había sido prudente, además de ausente cuando convenía, y Fidel había sido teatral, excesivo, palabrero, improvisador.

A mediados de febrero de 1971, cuando llevaba casi tres meses en Cuba como representante diplomático de Chile, me tocó entrar en contacto con Raúl Castro para organizar la visita del buque escuela Esmeralda a La Habana. Era la primera visita oficial de un barco de la escuadra chilena, después de largos años de ruptura de relaciones, y el Gobierno revolucionario le daba gran importancia al asunto. Había que evitar a toda costa que los trescientos o cuatrocientos jóvenes oficiales y grumetes en viaje de instrucción transmitieran una imagen negativa de la Revolución Cubana a su regreso a Valparaíso. El presidente Allende en persona había acudido a despedir el barco y se había comunicado por teléfono con Fidel Castro para recomendarle la máxima atención al tema. Y Fidel y Raúl estaban pendientes, con las pilas puestas, como decimos nosotros, dispuestos a emplear todos sus poderes de seducción, que en aquellos años no eran pocos, frente a los chilenos.

Yo había conversado largamente con Fidel en la primera noche de mi llegada a La Habana y había podido sacar conclusiones diversas acerca del personaje. A uno lo citaban en un lugar y a una hora determinada y el encuentro terminaba por producirse en otro y varias horas más tarde. Los ayudantes, los funcionarios, la gente de protocolo, le decían a uno al oído que todo esto obedecía a normas de seguridad, pero también se podía concluir que era una cuestión de temperamento, de gusto, de afición a lo repentino y a lo secreto.

Después, durante la reunión misma, nunca faltaba algún elemento de sorpresa, un golpe de teatro. Yo, recién llegado a mi hotel al final de un largo viaje, cerca de la medianoche, seguía un discurso del Comandante por la televisión cuando el director de Protocolo me llamó para llevarme a cenar en la ciudad. Era una hora extravagante y había viajado desde Lima con escala en México, pero no quise poner dificultades. Cruzamos La Habana a una velocidad vertiginosa, en el escarabajo VW del director, y en vez de llegar a un restaurante me hicieron entrar a las bambalinas de un gran teatro. Al otro lado de las pesadas cortinas de terciopelo granate se escuchaba la misma voz que había escuchado en el televisor de mi hotel. Terminó el discurso, hubo nutridos aplausos y el Comandante en Jefe apareció detrás de las cortinas. Si hubiera sabido que había llegado, me dijo, habría roto el protocolo y lo habría llevado a la tribuna. Habló con otras personas, entre ellas con el político chileno Baltazar Castro, y desapareció seguido de su séquito por una portezuela que daba a la calle.

"Ahora te voy a llevar a una entrevista en el diario Granma", me dijo entonces Meléndez, el de Protocolo. ¿No es un poco tarde para entrevistas?, tuve la ingenuidad de preguntar, mirando mi reloj. Pero la hora, en las revoluciones, tenía otro sentido. Y un rato más tarde me encontraba sentado en la dirección del Granma, frente a un grupo de periodistas que sonreía y me hacía preguntas vagas sobre mi viaje. Hasta que se abrió una puerta lateral, entró Fidel Castro y se sentó en una silla que estaba al lado de la mía. De las bambalinas del teatro anterior pasábamos a un escenario más privilegiado y exclusivo.

En medio de la conversación, Fidel de repente dio un salto. ¿Cómo era posible que no hubiera vino chileno en la mesa? Se abrieron otras puertas, como si el guión estuviera bien estudiado, y entraron botellas de un vinillo que producía Baltazar Castro, el político que acababa de conversar con Fidel. La conversación, a todo esto, ya había adquirido otro tono. Dije que podía encargarme de que se exportaran vinos chilenos de mejor calidad a la isla y Fidel replicó: "Tú eres encargado de negocios, pero de negocios no sabes nada, porque eres escritor´. Me reí bastante, ya que Baltazar Castro, don Balta, también era escritor, novelista prolífico, aunque, en honor a la verdad, más bien mediocre en su manejo de la escritura. ´¡Estos escritores chilenos son unos diablos!´, exclamó entonces Fidel, de humor excelente, y la conversación se prolongó hasta altas horas de la madrugada.

Llegué a una entrevista de trabajo con Raúl Castro, en vísperas del arribo del buque escuela, y empecé a comprobar que el ministro de las Fuerzas Armadas era el exacto reverso, casi la antípoda, de su famoso hermano. Tuve la impresión, incluso, de que manipulaba el contraste en forma deliberada. Ser hermano del Líder Máximo no debía de ser fácil, y el juego de las oposiciones probablemente ayudaba a mantener el tipo. Sonó la hora precisa de la cita y la puerta del despacho ministerial se abrió. Raúl, mucho más bajo que Fidel, más pálido, lampiño, en contraste con la barba guerrillera, frondosa y famosa, del otro, era un hombre amable,que hasta podía resultar simpático, pero de una cordialidad evidentemente fría. Estaba sentado detrás de una mesa de escritorio pulcra, impecablemente ordenada, y supe que ahí no cabía esperar sorpresas ni golpes de efecto de ninguna especie. Sus servicios, entretanto, lo habían previsto todo: la entrada del barco al muelle, el transporte por tierra de la tripulación, el programa oficial hasta en sus menores detalles. Habría que asistir a tales y cuales ceremonias y pronunciar tales y cuales discursos de tantos minutos de duración cada uno. El personal a cargo tendría las respectivas ofrendas florales preparadas. Y el ministro procedió a entregarme carpetas cuidadosamente preparadas con el programa, mapas de acceso, credenciales, contraseñas. Convenía, dijo, antes de la despedida, que se produjo al cabo de media hora justa de reunión, que visitara los recintos de la Marina de Cuba, donde los radares registraban minuto a minuto la navegación del barco nuestro. Lo hice, desde luego, y debido, quizá, a mi total ignorancia, me quedé asombrado por el control perfecto de la situación del buque en los mares caribeños.

Los marinos chilenos visitaron instalaciones militares guiados por Raúl Castro y debo decir que hicieron comentarios sorprendidos y hasta elogiosos de la eficacia defensiva de lo que habían visto. En esta etapa, la voz cantante en el proceso de seducción de los oficiales de la Esmeralda, la sirena de turno, era Raúl, no su hermano Fidel. Pero hubo más tarde un detalle revelador. Ernesto Jobet, el comandante de nuestro barco, ofreció una recepción a todo el Gobierno y el cuerpo diplomático. Ahí hubo roces y tropiezos de toda clase y a cada rato. Protocolo me pedía permiso para hacer una completa inspección del buque por motivos de seguridad. El comandante Jobet contestaba que por ningún motivo: él, en su calidad de anfitrión, respondía por la seguridad de sus invitados. Y jamás, por razones de principio, admitiría el ingreso a su barco de gente armada. El día de la recepción, Fidel Castro apareció en el muelle de repente y subió en compañía de una escolta provista de grueso armamento. Fue un momento de tensión extraordinaria. Media hora más tarde ingresó con toda su escolta a la sala privada del comandante chileno. Se produjo ahí una situación notable: el comandante Jobet, con un gesto, le pidió a Castro que expulsara a los intrusos, y éste, con un dedo, les ordenó retirarse. La reunión no podía partir en un ambiente peor. Pero Fidel, al poco rato, tuvo una idea brillante: invitó a Ernesto Jobet a jugar una partida de golf a la mañana siguiente y todos los tropiezos del día quedaron aparentemente superados.

Me imagino que Raúl Castro, con buen olfato, previó estos problemas de antemano. De todos los personajes importantes invitados a la fiesta del buque escuela, fue el único que no asistió. A pesar de haber sido el organizador de la gira. No quería provocar conflictos y prefirió, una vez más, asumir un perfil bajo. No le gustaba, sin duda, estar en el mismo barco en compañía del hermano mayor, sobre todo cuando el otro acaparaba todas las cámaras.

En buenas cuentas, la actitud de Raúl fue prudente y astuta, además de organizada. Fidel y su escolta, en cambio, metieron la pata a cada rato. Pero Fidel, con su chispa, con su sorprendente invitación a un deporte británico y tradicional, ganó la partida. Al menos en el primer momento. Dos días después, cuando el buque se preparaba para zarpar, Ernesto Jobet impartía terminantes instrucciones a sus subordinados para que escribieran cartas, todas las cartas que pudieran, a sus familiares y amigos. Era una operación discreta y eficaz de contrapropaganda. Algunos grumetes habían sido invitados en la calle a la casa de un médico cubano y habían comprobado con extrañeza que no estaba en condiciones de ofrecerles una modesta cerveza o una taza de café. ¡Cuéntenlo todo!, exclamaba Jobet, con una sonrisa socarrona.

Alrededor de tres años más tarde, se supo que la Marina había sido la primera en iniciar, con veinticuatro horas de anticipación, las operaciones que condujeron al golpe de Estado contra Allende. Pensé en los tripulantes de la Esmeralda y en la posibilidad de que alguno, más de alguno, estuviera implicado en ese proceso. Era una historia terrible: un reflejo lateral, menor, pero no por eso menos dramático, de un gran conflicto político del siglo XX. En el episodio de la visita de los marinos, según mi balance final, Raúl había sido prudente, además de ausente cuando convenía, y Fidel había sido teatral, excesivo, palabrero, improvisador. Ninguno de los dos, en cualquier caso, habría podido evitar nada, y temo que sus amigos chilenos tampoco.

*Jorge Edwards
es escritor chileno.
De El País de Madrid
para La Razón.
Fuente: http://www.la-razon.com/versiones/20060815_005634/nota_246_320270.htm