Por Wilfredo Jordán
Caminábamos sin rumbo -como solíamos hacerlo cada noche de San Juan- aquel añejo 23 de junio de 1990. Habíamos fabricado antorchas que encendimos con fogatas ajenas y nos habíamos alejado tanto del vecindario que de un momento a otro nos vimos en los márgenes de la civilización, trajinando entre casas algo distantes, la mayoría erigida en adobe, erguida en una sola planta y algunas todavía con techos de paja. Eso sí, cada una con su respectiva llamarada, como mandaba la tradición.
Nos atrajo la rutina jocosa de cuatro niños, quienes lanzaban sus estrellitas* al aire, observaban el destello que producían al caer y corrían a cogerlas para volver a lanzarlas. Así el juego se repetía ante nuestras miradas cómplices y la sonrisa de sus padres y familiares que bebían al calor de su fogata y del ponche, hasta que el niño más pequeño lanzó su "chispita" con tanta fuerza que ésta se elevó en el aire y cayó en el techo de paja de una choza que la familia, seguramente, utilizaba como depósito.
La paja ardió con tanto vigor que la choza se convirtió en la fogata más grande de la zona. El niño que la originó, "pasmado", sólo atinó a llorar, sus compañeritos echaron a correr, y los padres, anonadados, se quedaron como estatuas por unos segundos, copa en mano contemplaron la llamarada y sólo después buscaron cubetas con agua para apagar la combustión y salvar lo que todavía estaba intacto.
La Paz, junio de 2008
* Estrellita.- Barrita que al prenderse con fuego chispea hasta consumirse. Se acostumbra jugar con ella durante la noche de San Juan.
Caminábamos sin rumbo -como solíamos hacerlo cada noche de San Juan- aquel añejo 23 de junio de 1990. Habíamos fabricado antorchas que encendimos con fogatas ajenas y nos habíamos alejado tanto del vecindario que de un momento a otro nos vimos en los márgenes de la civilización, trajinando entre casas algo distantes, la mayoría erigida en adobe, erguida en una sola planta y algunas todavía con techos de paja. Eso sí, cada una con su respectiva llamarada, como mandaba la tradición.
Nos atrajo la rutina jocosa de cuatro niños, quienes lanzaban sus estrellitas* al aire, observaban el destello que producían al caer y corrían a cogerlas para volver a lanzarlas. Así el juego se repetía ante nuestras miradas cómplices y la sonrisa de sus padres y familiares que bebían al calor de su fogata y del ponche, hasta que el niño más pequeño lanzó su "chispita" con tanta fuerza que ésta se elevó en el aire y cayó en el techo de paja de una choza que la familia, seguramente, utilizaba como depósito.
La paja ardió con tanto vigor que la choza se convirtió en la fogata más grande de la zona. El niño que la originó, "pasmado", sólo atinó a llorar, sus compañeritos echaron a correr, y los padres, anonadados, se quedaron como estatuas por unos segundos, copa en mano contemplaron la llamarada y sólo después buscaron cubetas con agua para apagar la combustión y salvar lo que todavía estaba intacto.
La Paz, junio de 2008
* Estrellita.- Barrita que al prenderse con fuego chispea hasta consumirse. Se acostumbra jugar con ella durante la noche de San Juan.
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